DE GRANDES CENAS ESTÁN LAS SEPULTURAS LLENAS.

Un clásico refrán que nos avisa de cómo una conducta poco saludable con las cenas puede complicar la salud.

 

La población española se ve influenciada por el clima y por su comportamiento social, ambas circunstancias inciden en el hábito de cenar entre 21 y 22 h y, en muchas ocasiones, hacerlo fuera de casa reunidos con amigos, aprovechando la costumbre de tapear, esas pequeñas porciones  de alimentos cocinados y elaborados con los que se acompaña la bebida. Aunque esta conducta social se ha visto modificada este último año por las restricciones del Covid-19

 

La costumbre horaria de cenar, incluso, más tarde de las 22 horas, se puede vivir, en algunos casos, como ese dejarse llevar por la sensación de, ya se ha terminado la jornada y ahora llega el momento de tomar lo que me apetezca. En esa sensación de dejarse llevar se tiende a consumir alimentos poco saludables, bien por el cocinado como la fritura y/o alimentos procesados, entre ellos: hamburguesas, pizzas, fiambres…, alimentos  que requieren un mínimo de preparación y que nos enganchan. Pero, la cosa no se queda ahí, porque adultos y juventud suelen regar lo sólido con “caldos” como: cerveza, vino, refrescos… Esta suma de actos pueden ser la causa para que un gran número de personas puedan sentir: acidez, alteraciones en el sueño y en las heces del día siguiente. Sin olvidar que estos síntomas se manifiestan más a partir de los 35 años, cuando nuestra producción de ácido clorhídrico empieza a disminuir. 

 

En muchos hogares las cenas, aunque se realizan en el tramo horario de entre 21 y 22 horas, el contenido de las mismas son el famoso plato de fiambres y el queso o el bocadillo de fiambre, una opción rápida que no requiere cocinado y que resulta agradable al paladar.

 

Entre los fiambres que forman parte de los denominados alimentos procesados nos encontramos: el salchichón, chorizo, chopped, mortadela, salchichas frankfurt…, un largo etc. y no nos olvidemos del famoso jamón york, por cierto ¿se le ha ocurrido leer el apartado de ingredientes y comprobar el tanto por ciento de carnes que puede contener? Pero no se sorprenda si descubre que no todo es carne, que también contiene: almidones, azúcares, sal y aditivos. También dentro de este grupo de alimentos podemos incluir el jamón, sí, el jamón se considera un alimento procesado aunque de una calidad superior a los fiambres comentados anteriormente, ya que tiene una proteína de mayor calidad, pero no debemos olvidar su alto contenido en sal. 

A los fiambres también podemos añadir el queso, pero seguro que sabemos que no es lo mismo un queso curado que un queso fresco. Entre ellos varía su contenido en sal y en grasa. Una grasa saturada que debemos tener en cuenta. ¿Saben que el queso puede producir jaquecas, en algunas personas y que el queso curado por la noche, también, puede ser la causa de padecer pesadillas?

Y seguimos sumando a lo anterior el crecimiento de consumo de comida rápida que encontramos en diferentes establecimientos, como ejemplos destacan las pizzas y una clara reina, la hamburguesa. Un alimento que, en la mayoría de los casos, contiene proteínas de baja calidad y un alto contenido en grasa saturada por sus adicionales de queso y salsas, todo ello dentro de un pan de baja calidad, rico en hidratos de carbono simple y de fermentación rápida, lo que incide para fermentar en el intestino e incentivar la producción de gases e hinchazón, a esta hamburguesa le podemos sumar el paquete de patatas fritas y los refrescos o coca cola. Una opción que cada día tiene mayor aceptación entre la población juvenil y adultos jóvenes. 

Toda una lista de alimentos que activa nuestro centro de recompensa y estimula el cerebro produciendo una sensación de placer que engancha.

 

¿Cómo pueden afectar estas conductas a  la salud?

Para empezar cada persona es un mundo, hay organismos fuertes y organismos más débiles y entre ellos toda una variedad intermedia. Pero lo que sí es cierto es que mantener en el tiempo alguna de las conductas mencionadas puede pasar factura a medio y largo plazo.

La costumbre de irse a la cama después de cenar, puede ser la causa de alteraciones digestivas como gases, acidez, ardor… En el caso del ardor la postura horizontal puede incidir para que el ácido del estómago pase al esófago y sus mucosas que no están preparadas para la acidez se resientan. Si la persona es propensa a fabricar gases, mantener una postura vertical, sentada, facilita la expulsión de los mismos. Es importante recordar que el hígado, un órgano que también tiene un papel importante en la digestión, necesita descansar porque ir a la cama en proceso de digestión no es lo más saludable para él. 

Al tema del horario le podemos añadir una cena copiosa, que podría sumar a los síntomas mencionados todos los efectos de una digestión pesada, que para nada facilita encontrar la postura para conciliar el sueño, ni poder disfrutar de un descanso reparador, incluso, podría dar lugar, también, a tener pesadillas. Todo un cuadro de alteraciones gastrointestinales y del sueño. Tan sencillo como observar lo que cenamos y cómo son los sueños.

Alimentos procesados, tanto los fiambres enumerados anteriormente, como los alimentos procesados procedentes de lugares de comidas rápida, también detallados con anterioridad, pueden ocasionar problemas como: alteraciones del colesterol, subida de tensión arterial, obesidad, diabetes tipo 2, alteraciones del sueño…

Todos estos alimentos que ingerimos por la noche van a tardar mucho más en ser digeridos porque nuestro metabolismo tiende a ser más lento a esas horas. Recordemos que como seres vivos, los humanos estamos relacionados con los ciclos del día-noche, los ciclos circadianos que facilitan que el cuerpo responde mucho mejor a las calorías que ingerimos durante el día que por la noche.

 

Recomendaciones para cambiar hábitos poco saludables por otros más beneficiosos.

Sobre los horarios podemos probar a cenar  entre 2 ó 3 horas antes de ir a la cama. Preferible 3 horas, para cuidar nuestra digestión con postura en vertical, sentados, para evitar: gases, acidez, ardor y, también, aligerar el trabajo del hígado. Te animo a experimentar y después de una semana de práctica valorar cómo son las digestiones, el sueño, el despertar, e incluso, el ánimo.

En cuanto a las cenas copiosas, procurar que sean puntuales y además, tener en cuenta la hora para acostarse y así facilitar que la digestión no sea en la cama. En estos momentos puntuales también sería beneficioso procurar dejar como mínimo entre 12 y 14h de ayuno, antes de tomar el desayuno, para que el cuerpo en ese tiempo pueda limpiar y reparar las mucosas y tejidos dañados del aparato gastrointestinal. Un descanso que también beneficiará la salud del hígado. En todo caso, como desayuno sería recomendable tomar una infusión de manzanilla o de jengibre con limón para facilitar la recuperación del exceso.

 

Con referencia al consumo de los alimentos poco saludables, mencionados anteriormente, hay otras alternativas más sanas que podrían ser: unas verduras salteadas, con una tortilla francesa o un pescado blanco a la plancha, o pochado con cebollita y laurel, e incluso, un trocito de queso fresco, bajo en sal y preferible de leche de cabra, recordar que es más parecida a la humana y por ello, es de más fácil digestión.

Si optamos por el consumo del bocadillo se debería procurar que el pan tenga una fermentación mínimo de 14 horas, que sea semi integral o integral, mejor. Recuerda que en lugar de fiambre puede ser de tortilla francesa con unas hojas de endivia o canónigos y un chorreoncito de AOVE, o de atún con unos espárragos y canónigos…, alimentos elaborados sí,  pero mejor evitar los procesados. 

El aporte ideal de nutrientes en la cena debería contener: hidratos de carbono complejos, ricos en fibra, que además de estar presente en el pan integral, los podemos encontrar en la verdura y  proteína de fácil digestión, e incluso un poco de grasa saludable, como el AOVE, que nos ayude a pasar la noche, esas horas de ayuno, sin sentir “pajaritos en el estómago” que pidan que nos levantemos a picar.

 

En nuestra mano está cuidarnos de manera más saludable y dejar para momentos puntuales y que puedan ser disfrutadas las costumbres poco saludables comentadas anteriormente y así, sentirnos mejor con nuestro cuerpo. Recordemos que también en estos momentos hay pautas que facilitan rebajar el posible desequilibrio ocasionado. 

El conocimiento, en este caso, da la oportunidad de actuar con una actitud más responsable. 

 

Pilar López Martín - Naturópata

 

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